Para Oda
¡Duermes, esbelta y
ligera, en la misma alcoba que te vio nacer!
¡A tus 24, en tu cama
refulges alrededor de entre todas las muñecas que coleccionas!
Y mientras duermes el
dulce sueño de un mundo incorregible, sigiloso, logro postrarme a tus pies.
Observo ese efluvio de
odalisca que te envuelve absolutamente, y pareces una esfinge milenaria que no
cabe en sí.
...me acerco más y me
conmueve cada fino detalle de tu rostro, coronado por esas pestañas felinas, a
las que voy contando traviesamente, mientras tu respiración parece ser un breve
himno de placidez....
Toco tus párpados y
siento la verdadera seda que produce la oruga; tus cejas muestran un par de
parábolas exaltadas en medio de mi conmoción
…rozo tus mejillas y
el maquillaje fresco se agarra a mi piel: no la necesitas, porque tu adorado
rostro es la naturaleza misma en todo su esplendor...
... la ventana deja
entrever una luna gigantesca y veo tus pechos firmes que apuntan hacia el
tornasolado techo, invadiéndome las ganas de colgarme de ellos como un
montañista sobre dos montes Everest...
Pero el resto de tu cuerpo
lo oculta aquel edredón que te cobija desde hace mucho…
…y suspiro decepcionado, al no poder mirar más allá de tu pudor...
El poema "MIENTRAS DUERMES" navega entre lo sensual y lo contemplativo, creando una atmósfera íntima y cargada de tensión emocional.
La figura dormida, a sus 24 años, es descrita como una mezcla entre madurez e inocencia, un contraste que impregna todo el poema. El escenario es la misma alcoba que la ha visto crecer, un espacio cargado de simbolismo donde las muñecas, que representan su infancia, coexisten con la joven mujer que ahora refulge entre ellas.
El hablante se acerca con sigilo, como si estuviera en presencia de algo sagrado, y se postra a los pies de la joven, en un gesto que denota admiración y devoción.
El uso de la palabra "efluvio de odalisca" añade un toque de sensualidad exótica, situando a la figura femenina en un contexto de belleza arrebatadora y misterio. La comparación con una esfinge milenaria, que "no cabe en sí", sugiere que la mujer tiene una presencia imponente, casi sobrenatural, difícil de abarcar completamente.
A medida que el hablante describe los detalles de su rostro, las "pestañas felinas" y las "parábolas exaltadas" de sus cejas, la cercanía física es evidente, pero no solo desde el deseo, sino también desde una apreciación estética profunda. Cada detalle es apreciado casi con veneración, como si el acto de contar sus pestañas o tocar sus párpados fuera un ritual secreto. La comparación de sus párpados con la seda que produce la oruga enfatiza la delicadeza y la perfección natural que el hablante ve en ella.
Cuando la descripción llega a los pechos de la mujer, la metáfora de los montes Everest destaca un deseo de conquista, un impulso de alcanzar lo inaccesible. Sin embargo, este deseo está contenido, y aquí es donde el poema revela su tensión interna. El edredón que cubre el cuerpo de la joven, tejido desde hace tiempo, representa una barrera, una protección que el hablante no está dispuesto a violar, aunque lo desee. Este suspiro de decepción refleja tanto el respeto hacia el pudor de la figura dormida como la frustración del deseo no consumado.
El poema maneja la tensión entre la adoración y el deseo. El lenguaje, lleno de metáforas, crea una atmósfera sensual sin ser vulgar, y logra transmitir tanto la cercanía física como la distancia emocional.
El contraste entre la figura de la mujer madura y su entorno representado por las muñecas, otorga al poema una capa de profundidad, sugiriendo que la joven aún conserva elementos de su inocencia, a pesar de que el deseo del hablante la ve desde una perspectiva adulta.
El tono es de contemplación casi reverencial, pero también hay un subtexto de deseo contenido, lo que le otorga al poema una carga emocional rica.
El hecho de que el narrador respete el pudor de la joven, aunque se sienta atraído por ella, refuerza la complejidad del poema, donde la pasión y la admiración coexisten en un delicado equilibrio. Es un poema que, a pesar de su sensualidad, mantiene una sutileza elegante y poderosa.
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