Nosotros, que antes hablábamos por teléfono tantas veces, nos coqueteábamos, nos insinuábamos
atropelladamente: yo degustaba cada sílaba impetuosa que resbalaba como llama de rocío desde tu
lengua; masticábamos las palabras como chicle pegajoso; tus silencios entrecortados, tus melosas
ironías anticipaban una bandada de colibríes que revoloteaban sobre mi cabeza, y me entregabas tus
ramos de flores de intenso lirismo…
Nosotros, que íbamos al cine, al bar o simplemente recorríamos el parque, para sentarnos en el
Pensar que de ti quise algo más que consuelo y lisonjas…
La imagen de tus recordados ojos se me vino de lleno a mi estancia solitaria…
Desde el comienzo, se nos presenta un contraste entre lo que fue y lo que es ahora: antes, la comunicación entre los protagonistas era constante, fluida y llena de coqueteo, complicidad y deseo. Las llamadas telefónicas se llenaban de emoción, y cada palabra tenía un peso sensual, evocando imágenes poéticas y delicadas, como "llama de rocío" y "colibríes revoloteando". Este lenguaje resalta la intensidad de esos momentos compartidos, una relación viva y vibrante.
Sin embargo, a medida que avanzamos en el poema, notamos un cambio drástico. Lo que antes era una constante interacción llena de curiosidad y deseo ha dado paso a una indiferencia abrumadora. Ahora, ninguno de los dos parece preocuparse por el otro, ni por lo que sucede en sus vidas. La conexión que antes era casi palpable ha desaparecido, y los gestos de cariño o interés se han desvanecido en una "triste existencia".
El hablante experimenta una profunda nostalgia por lo que ha perdido, recordando con melancolía los momentos compartidos y el deseo de haber tenido algo más que simples "consuelo y lisonjas". La referencia a la voz del otro como "mármol moreno" sugiere una belleza rígida, fría e inalcanzable, mientras que el vuelo del "pájaro ciego" hacia el horizonte simboliza la lejanía emocional, la pérdida de dirección en lo que una vez fue una relación íntima.
El poema concluye con un tono de desgarro interno. El hablante se impone una prueba: dejar de hablarle al otro durante dos semanas. Este tiempo límite es visto como una tortura emocional que, aunque autoinfligida, refleja el dolor de la separación. Las "dos semanas" se convierten en un símbolo de la resistencia ante la ausencia, un periodo soportable pero devastador, que culmina con el reconocimiento de que esta prueba lo está desgarrando.
En resumen, el poema explora los temas de la pérdida, la nostalgia, y el dolor de una conexión rota. A través de imágenes vívidas y sensuales, el hablante nos lleva desde los momentos más felices de la relación hasta la desgarradora realidad de la separación, en la que el silencio y la distancia emocional se convierten en protagonistas.
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